Una libreta abierta. Un espacio para la libre expresión literaria, plástica, filosófica... Puedes colaborar enviándonos algún texto o simplemente compartiendo algo en nuestra Lluvia de citas.

mayo 30, 2012

MINIATURA
Por: Verus Varas



mayo 03, 2012

Reflexiones sobre la posibilidad de un nuevo cine mexicano

por Aquiles Baeza


Hace más o menos dos años fui a ver, movido por el morbo, una película mexicana llamada Daniel y Ana, primer trabajo de Michel Franco. La cinta trata, a grandes rasgos, un caso supuestamente real: dos hermanos son secuestrados para ser grabados en un video porno. A pesar de que me pareció pretenciosa, aburrida y nada lograda, la película me llevó a pensar un mecanismo no explorado por las personas involucradas en el mercado del cine en este país: el secuestro como camino para incrementar y mejorar la producción fílmica en México.
Pensémoslo un momento. Las ventajas serían considerables. Primeramente, solucionaríamos el gran problema de la pobreza actoral y temática de nuestras películas: los actores serían enteramente manipulables siempre y cuando tuvieran una pistola, en lugar de un director preparado, detrás de la cámara. Si quisiéramos, por ejemplo, lograr que nuestra actriz pudiera con una crisis de llanto desesperado, bastaría con que alguno de los asistentes técnicos la violara antes dos o tres veces; si pretendiéramos mostrar a un niño muy feliz, se solucionaría con un encuadre cerrado al rostro mientras le hacemos cosquillas; si contáramos la historia de un hombre de familia que ha sido despedido injustamente, recurriríamos a un examen de próstata, evidentemente realizado por alguien calificado, para enriquecer su expresión facial. Más allá de todo esto, hay que pensar en las grandes obras literarias que podríamos adaptar a nuestro cine con un éxito rotundo: nuestro Edipo Rey sería, por mucho, más creíble si contáramos con una madre, un hijo y un profeta ciego de verdad (lo último se soluciona fácilmente con uno de esos indigentes que hay en el metro de la Ciudad de México).  Nuestro Quijote lo protagonizaría algún ex presidente que haya quedado más o menos como López Portillo y, su inseparable Sancho, correspondería a su secretario de Gobernación.
Además, cabe mencionar, aminoraríamos el problema del presupuesto para la producción de cada filme, ya que podríamos exigir más y más dinero a la familia del secuestrado para pagar todo lo que cuesta hacer una película más o menos respetable. Ello, inevitablemente, generaría un orgulloso país de productores cinematográficos.
En cuanto al público tan poco exigente que padecemos hoy, al que de alguna forma se debe parte de la responsabilidad de la pobreza fílmica en México, bueno… Eso ya ni siquiera sería materia de preocupación. ¿A quién no le gustaría verse o ver a algún ser querido protagonizando una película? Mirar a nuestros amigos o familiares en la pantalla grande incentivaría más de lo que imaginamos el consumo de cine nacional. Así, escucharíamos en boca de los espectadores cosas como “¿Ya viste que acaban de hacer un refrito de Dogville aquí? ¡Chécalo, la protagonista es mi mamá!”
Lo que me parece más importante de mi propuesta es que, en estos tiempos tan difíciles, tiempos en que nos encontramos tan desesperanzados de nuestras capacidades como nación, podríamos generar un fenómeno de autogestión. Es decir, ¿por qué recurrir a modelos extranjeros para salvar el cine nacional cuando podemos levantarlo mediante algo que hacemos tan bien? ¿No nos crearíamos una reputación más que respetable frente a otros países aprovechando uno de nuestros mayores talentos, el secuestro, para generar como nadie nuestra propia cinematografía?
Yo estoy seguro, en lo más profundo de mi corazón, de que con algo de fe en nosotros y mucho trabajo en equipo, podemos hacerlo.
Considere usted si tengo razón.