8 de Septiembre
Nunca tomes
el espejo entre ambas manos, entonces ya no podrás verte, verías a los otros. Ella nunca permanecía, las mañanas eran frías
porque nunca estaba ahí, a mi lado. Entonces yo acababa de mudarme a esta
departamento, casi vacío y siempre sucio. Ella despertaba antes que todo, antes
del mismo amanecer incluso; muchas noches de insomnio –suyo, no mío– me habló
de ese miedo de no llegar a tiempo, de que la noche llegara sin ella haber
despertado siquiera. Después se callaba y yo la veía observando el techo como
si cada una de las imperfecciones fueran el resultado de sus horas perdidas.
Una de aquellas mañanas le otorgué un espejo, un pequeño espejo de mano en forma
circular. Le dije que así podría permanecer más tiempo a mi lado en cama, que
podría distraerse con el espejo mientras yo completaba mis horas de sueño. Y
así fue. La mañana siguiente no fue tan fría como las otras. Estuvo en cama
hasta que yo hube despertado con los rayos de un sol de Julio filtrándose por
las ventanas carentes de cortinas en esos entonces. Estaba recostada sobre la
almohada pegada a la pared y tenía el espejo entre sus manos apuntando hacía
varias direcciones de la habitación casi vacía. En momentos atrapaba el sol que
se colaba por la ventana e iluminaba las paredes blancas con pequeños círculos
casi perfectos. Cuando se percató de que ya había despertado, se levantó de la
almohada y me besó la frente. Estaba contenta. Los siguientes días fueron
similares, las noches eran más largas y tibias. Ella supongo que seguía
durmiendo lo mismo, nunca lo supe. Por las mañanas me comentaba que me
observaba dormir a través del espejo, llevándolo hacía mi cuerpo entre las
sábanas y asomándose ella al reflejo. También me explicaba, emocionada, que
ahora conocía lo que no estaba frente a ella. Tenía en sus manos el amanecer
antes de que el primer rayo de sol llegara a mi ventana. Veía llegar el
anochecer entre sus manos. Podía sentirme a mí, entre sus manos, aunque se
alejara de la cama. Comenzó a cargar su pequeño espejo a todas partes. De las
siguientes semanas recuerdo poco, palabras mías, palabras suyas y un silencio
absoluto. Sólo un cuaderno, un viejo cuaderno de notas con el que la vi sentada
varios atardeceres y el que ahora sostengo entre mis manos. Ambas manos. Lo he
leído, lo he leído por las noches en voz alta buscando su voz, alguna
explicación. El cuaderno siempre estuvo aquí, nunca salió de casa, pero ella no
ha regresado desde entonces. He notado
que su letra no es la misma siempre, paso las pocas hojas rápidas entre mis
dedos. Entre su letra tenue en lápiz y mi pluma azul, hay una tinta más, un
lápiz perdido.
7 de Julio
He vuelto a
encontrar mi cuaderno. No recordaba haberlo dejado aquí. Pensé que no era mío,
pero al abrirlo me encontré con mi letra apenas visible en un par de hojas.
11 de Julio
Julio me ha
regalado un espejo de mano. Es viejo y de forma circular. He pasado largos
ratos en cama con el espejo entre ambas manos. Mis ojos ven al espejo, pero
¿yo? Yo estoy frente a él pero lo que está frente a mí es un sillón manchado,
una imperfección en la pared, un piso sucio, polvo y vacío y Julio dormido.
Julio dormido.
14 de Julio
No me han
dejado quedarme en casa. Cuando salí, él seguía arriba.
15 de Julio
Había alguien
más. Por la mañana. La he visto correr mientras me asomaba al espejo que sujeto
entre mis manos, trata de esconderse, no lo consigue. No puede quedarse, no
puede quedarse en casa con Julio.
16 de Julio
No puede
quedarse en casa. Tengo miedo de salir de aquí. ¿Si ella se queda? Julio no la
ha visto porque siempre llega tarde. No, mas bien siempre está a punto de
llegar. Pero, entonces, entonces Julio llega tarde. Por eso no la ve. Ayer salí
de casa con mi espejo. Tampoco puede permanecer en casa, tengo que ver que ella
no esté ahí. Pero no, hace rato estaba aquí, justo atrás de mí. Apenas alcancé
a verla. Después bajó los ojos para no verme y camino hacia atrás.
17 de Julio
Las escaleras
son más largas cada día. ¿Por qué tuviste que escoger el sexto piso, Julio?
19 de Julio
Se llama
Alina, ayer escribió su nombre en la pared con mi lápiz. Estaba hincada sobre
la cama mientras Julio se bañaba. La vi a través del espejo, una mano blanca y
pequeña tomó el lápiz del piso y escribió su nombre en la pared blanca. Solté
el espejo sobre la cama destendida y corrí por un borrador a la mochila de
Julio. Borré su nombre. Nada le dije a él.
23 de Julio
Tengo que
bajar las escaleras más rápido, tanto como ella. Así podré regresar.
27 de Julio
No había
encontrado mi cuaderno. Estaba debajo de la cama, empolvado y maltratado. Culpé
a Julio. Estoy segura de que él lo dejó ahí. Sí, segura. Había un par de
calcetines y un lápiz que nunca había visto.
3 de Agosto
Hoy he bajado
las escaleras casi corriendo, ella corría detrás de mí. En momentos la perdía,
justo cuando daba la vuelta, en la esquina de cada piso, de cada uno de los
seis, pero después estaba otra vez ahí, detrás de mí. Soy más rápida. Julio
está frente a mis ojos, pero ¿quién está frente a Julio? No, Alina no.
6 de Agosto
No he podido
dejar de ver el espejo en todo el día. Ha estado entre mis manos la mayor parte
del tiempo. Pero si yo estoy frente al espejo, la calle está frente a mí. Y en
la calle, en la calle no puedo ver para atrás. Tengo que dejar el espejo en
casa. No quiero dejar a Alina en casa.
9 de Agosto
Hoy dejó el
espejo en casa, pero no regresó por él.
11 de Agosto
He dejado el
espejo en casa. Ahora yo tengo que esconderme de él. He dejado el espejo entre
las cobijas destendidas. Lo escondí a propósito. Por la mañana Julio lo encontró
rodando, frío, entre sus piernas. Me preguntó por él. No dije nada. Él tampoco.
Las palabras han vaciado su casa, el espejo me ha vaciado a mí.
15 de Agosto
Ha estado en
la casa con Julio. Su sonrisa ha cambiado. Alina ha llenado la casa. Alina se
ha llevado la casa.
19 de Agosto
Pertenezco a
este lugar. Entre mis manos, el espejo. Entre mis piernas, las cobijas. Entre
mis manos, Julio.
22 de Agosto
No puede
perderme. Le he preguntando si ha venido alguien a casa, si ha tenido visitas.
Él sólo ríe. Yo no río. Por la mañana quise aventar el espejo desde la ventana,
pero cuando lo alcé ahí estaba. Alina. Alina a mis espaldas. Alina sonríe.
Alina también sonríe. Su sonrisa entre mis manos. No pude arrojarlo. Volteé lo
más rápido que pude. Julio de espaldas. Julio riendo de espaldas. Ahora los dos
están atrás de mí. Y si Julio está frente a mis ojos, Alina está frente a los
suyos.
25 de Agosto
Cualquiera de
estos días.
28 de Agosto
He vuelto a
meter el espejo en mi bolso. Pero no, ahí está muy lejos. He decidido llevarlo
en las bolsa derecha de mi suéter. Así no llegaré tarde. Así Alina no podrá
llegar a casa. Mi mano permanece en la bolsa, mi mano se crispa en torno al
espejo. Mi mano se resiste a sacar el espejo. Yo tendré que salir. Yo saldré de
casa. Y mientras salgo, Alina se quedará en casa. Alina frente a Julio.
30 de Agosto
Hoy.
31 de Agosto
No hay adiós
para Julio. No hay palabras, hoy, para Julio. Salgo de casa con el espejo en mi
bolsa del suéter. Cierro la puerta. Se ha
marchado. Me detengo un momento frente a la puerta. La puerta frente a mis
ojos. Ella frente a la puerta. Tomo
aire y parto. El vacío frente a la puerta.
Voy bajando las escaleras, lentamente. Mi mano se cierra con el espejo entre
ellas, me lastimo. Salgo al pasillo.
Un escalón, y luego otro, y luego otro. El pasillo y la vuelta en la esquina. Puedo verla desde acá arriba. Y cuarto
piso, y tercer piso, y segundo piso. Regresaré
a casa, regresaré a casa con Julio. Primer piso, último escalón. Ella no. No quiero voltear hacia arriba,
pero mi mano, el espejo entre mis manos se enfría. Volteo. Me ha visto. Alina, Alina ha llegado temprano. Alina en el sexto
piso. Regreso. Subo las escaleras lo
más rápido que puedo, tropiezo, más rápido, tropiezo, más, tropiezo. Sexto piso. Saco las llaves. La espero. Pero no tengo que abrir,
Alina está en la puerta. Yo frente a
ella, yo abro la puerta. Quién abre la puerta es Alina, Alina. Alina no
está en el espejo, Alina no está detrás de mí. Alina frente a mis ojos. Ella frente a mí. Grito, llamo a Julio a
gritos. Se acerca. Escucho sus pasos
veloces que vienen hacía mí. Aquí estoy,
Julio. No, no vienen hacía mí. Julio corre y abraza a Alina. Ella no es. No me ve. Julio no me ve
porque no tiene el espejo entre ambas manos y yo, ahora soy yo, la que está
detrás. Existo en un rincón del espejo. Y el espejo…entre ambas mis manos.
-Marietta Odracir-