Una libreta abierta. Un espacio para la libre expresión literaria, plástica, filosófica... Puedes colaborar enviándonos algún texto o simplemente compartiendo algo en nuestra Lluvia de citas.

febrero 25, 2012

Joaquín Velázquez de león #52


8 de Septiembre

Nunca tomes el espejo entre ambas manos, entonces ya no podrás verte, verías a los otros.  Ella nunca permanecía, las mañanas eran frías porque nunca estaba ahí, a mi lado. Entonces yo acababa de mudarme a esta departamento, casi vacío y siempre sucio. Ella despertaba antes que todo, antes del mismo amanecer incluso; muchas noches de insomnio –suyo, no mío– me habló de ese miedo de no llegar a tiempo, de que la noche llegara sin ella haber despertado siquiera. Después se callaba y yo la veía observando el techo como si cada una de las imperfecciones fueran el resultado de sus horas perdidas. Una de aquellas mañanas le otorgué un espejo, un pequeño espejo de mano en forma circular. Le dije que así podría permanecer más tiempo a mi lado en cama, que podría distraerse con el espejo mientras yo completaba mis horas de sueño. Y así fue. La mañana siguiente no fue tan fría como las otras. Estuvo en cama hasta que yo hube despertado con los rayos de un sol de Julio filtrándose por las ventanas carentes de cortinas en esos entonces. Estaba recostada sobre la almohada pegada a la pared y tenía el espejo entre sus manos apuntando hacía varias direcciones de la habitación casi vacía. En momentos atrapaba el sol que se colaba por la ventana e iluminaba las paredes blancas con pequeños círculos casi perfectos. Cuando se percató de que ya había despertado, se levantó de la almohada y me besó la frente. Estaba contenta. Los siguientes días fueron similares, las noches eran más largas y tibias. Ella supongo que seguía durmiendo lo mismo, nunca lo supe. Por las mañanas me comentaba que me observaba dormir a través del espejo, llevándolo hacía mi cuerpo entre las sábanas y asomándose ella al reflejo. También me explicaba, emocionada, que ahora conocía lo que no estaba frente a ella. Tenía en sus manos el amanecer antes de que el primer rayo de sol llegara a mi ventana. Veía llegar el anochecer entre sus manos. Podía sentirme a mí, entre sus manos, aunque se alejara de la cama. Comenzó a cargar su pequeño espejo a todas partes. De las siguientes semanas recuerdo poco, palabras mías, palabras suyas y un silencio absoluto. Sólo un cuaderno, un viejo cuaderno de notas con el que la vi sentada varios atardeceres y el que ahora sostengo entre mis manos. Ambas manos. Lo he leído, lo he leído por las noches en voz alta buscando su voz, alguna explicación. El cuaderno siempre estuvo aquí, nunca salió de casa, pero ella no ha regresado desde entonces.  He notado que su letra no es la misma siempre, paso las pocas hojas rápidas entre mis dedos. Entre su letra tenue en lápiz y mi pluma azul, hay una tinta más, un lápiz perdido.  
7 de Julio
He vuelto a encontrar mi cuaderno. No recordaba haberlo dejado aquí. Pensé que no era mío, pero al abrirlo me encontré con mi letra apenas visible en un par de hojas.
11 de Julio
Julio me ha regalado un espejo de mano. Es viejo y de forma circular. He pasado largos ratos en cama con el espejo entre ambas manos. Mis ojos ven al espejo, pero ¿yo? Yo estoy frente a él pero lo que está frente a mí es un sillón manchado, una imperfección en la pared, un piso sucio, polvo y vacío y Julio dormido. Julio dormido.
14 de Julio
No me han dejado quedarme en casa. Cuando salí, él seguía arriba.
15 de Julio
Había alguien más. Por la mañana. La he visto correr mientras me asomaba al espejo que sujeto entre mis manos, trata de esconderse, no lo consigue. No puede quedarse, no puede quedarse en casa con Julio.
16 de Julio
No puede quedarse en casa. Tengo miedo de salir de aquí. ¿Si ella se queda? Julio no la ha visto porque siempre llega tarde. No, mas bien siempre está a punto de llegar. Pero, entonces, entonces Julio llega tarde. Por eso no la ve. Ayer salí de casa con mi espejo. Tampoco puede permanecer en casa, tengo que ver que ella no esté ahí. Pero no, hace rato estaba aquí, justo atrás de mí. Apenas alcancé a verla. Después bajó los ojos para no verme y camino hacia atrás.
17 de Julio
Las escaleras son más largas cada día. ¿Por qué tuviste que escoger el sexto piso, Julio?
19 de Julio
Se llama Alina, ayer escribió su nombre en la pared con mi lápiz. Estaba hincada sobre la cama mientras Julio se bañaba. La vi a través del espejo, una mano blanca y pequeña tomó el lápiz del piso y escribió su nombre en la pared blanca. Solté el espejo sobre la cama destendida y corrí por un borrador a la mochila de Julio. Borré su nombre. Nada le dije a él.
23 de Julio
Tengo que bajar las escaleras más rápido, tanto como ella. Así podré regresar.
27 de Julio
No había encontrado mi cuaderno. Estaba debajo de la cama, empolvado y maltratado. Culpé a Julio. Estoy segura de que él lo dejó ahí. Sí, segura. Había un par de calcetines y un lápiz que nunca había visto.
3 de Agosto
Hoy he bajado las escaleras casi corriendo, ella corría detrás de mí. En momentos la perdía, justo cuando daba la vuelta, en la esquina de cada piso, de cada uno de los seis, pero después estaba otra vez ahí, detrás de mí. Soy más rápida. Julio está frente a mis ojos, pero ¿quién está frente a Julio? No, Alina no.
6 de Agosto
No he podido dejar de ver el espejo en todo el día. Ha estado entre mis manos la mayor parte del tiempo. Pero si yo estoy frente al espejo, la calle está frente a mí. Y en la calle, en la calle no puedo ver para atrás. Tengo que dejar el espejo en casa. No quiero dejar a Alina en casa.
9 de Agosto
Hoy dejó el espejo en casa, pero no regresó por él.
11 de Agosto
He dejado el espejo en casa. Ahora yo tengo que esconderme de él. He dejado el espejo entre las cobijas destendidas. Lo escondí a propósito. Por la mañana Julio lo encontró rodando, frío, entre sus piernas. Me preguntó por él. No dije nada. Él tampoco. Las palabras han vaciado su casa, el espejo me ha vaciado a mí.
15 de Agosto
Ha estado en la casa con Julio. Su sonrisa ha cambiado. Alina ha llenado la casa. Alina se ha llevado la casa.
19 de Agosto
Pertenezco a este lugar. Entre mis manos, el espejo. Entre mis piernas, las cobijas. Entre mis manos, Julio.
22 de Agosto
No puede perderme. Le he preguntando si ha venido alguien a casa, si ha tenido visitas. Él sólo ríe. Yo no río. Por la mañana quise aventar el espejo desde la ventana, pero cuando lo alcé ahí estaba. Alina. Alina a mis espaldas. Alina sonríe. Alina también sonríe. Su sonrisa entre mis manos. No pude arrojarlo. Volteé lo más rápido que pude. Julio de espaldas. Julio riendo de espaldas. Ahora los dos están atrás de mí. Y si Julio está frente a mis ojos, Alina está frente a los suyos.
25 de Agosto
Cualquiera de estos días.
28 de Agosto
He vuelto a meter el espejo en mi bolso. Pero no, ahí está muy lejos. He decidido llevarlo en las bolsa derecha de mi suéter. Así no llegaré tarde. Así Alina no podrá llegar a casa. Mi mano permanece en la bolsa, mi mano se crispa en torno al espejo. Mi mano se resiste a sacar el espejo. Yo tendré que salir. Yo saldré de casa. Y mientras salgo, Alina se quedará en casa. Alina frente a Julio.
30 de Agosto
Hoy.
31 de Agosto
No hay adiós para Julio. No hay palabras, hoy, para Julio. Salgo de casa con el espejo en mi bolsa del suéter. Cierro la puerta. Se ha marchado. Me detengo un momento frente a la puerta. La puerta frente a mis ojos. Ella frente a la puerta. Tomo aire y parto. El vacío frente a la puerta. Voy bajando las escaleras, lentamente. Mi mano se cierra con el espejo entre ellas, me lastimo. Salgo al pasillo. Un escalón, y luego otro, y luego otro. El pasillo y la vuelta en la esquina. Puedo verla desde acá arriba. Y cuarto piso, y tercer piso, y segundo piso. Regresaré a casa, regresaré a casa con Julio. Primer piso, último escalón. Ella no. No quiero voltear hacia arriba, pero mi mano, el espejo entre mis manos se enfría. Volteo. Me ha visto. Alina, Alina ha llegado temprano. Alina en el sexto piso. Regreso. Subo las escaleras lo más rápido que puedo, tropiezo, más rápido, tropiezo, más, tropiezo. Sexto piso. Saco las llaves. La espero. Pero no tengo que abrir, Alina está en la puerta. Yo frente a ella, yo abro la puerta. Quién abre la puerta es Alina, Alina. Alina no está en el espejo, Alina no está detrás de mí. Alina frente a mis ojos. Ella frente a mí. Grito, llamo a Julio a gritos. Se acerca. Escucho sus pasos veloces que vienen hacía mí. Aquí estoy, Julio. No, no vienen hacía mí. Julio corre y abraza a Alina. Ella no es. No me ve. Julio no me ve porque no tiene el espejo entre ambas manos y yo, ahora soy yo, la que está detrás. Existo en un rincón del espejo. Y el espejo…entre ambas mis manos.  

-Marietta Odracir-

No hay comentarios:

Publicar un comentario