La niña era un amanecer de párpados mojados
aguda nota
en el letargo melodioso de la tarde
Era un aroma a sal de precipicio
gozo desdibujado
entre los nombres infecundos del asfalto
Era la niña la caída de una sombra
un par de balas silenciosas
en el violento espasmo de la carne
y un gemido de sol
ya desgastado
en la boca sedienta de los hombres
No importa
seguiré llamando
déjenme crujir
nombrarla
como si la niña fuera un canto de amapola
y su silencio en vez de asesinar
reconfortara.
- Ana María Gamdel -
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